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Άρθρα και Κείμενα | |||||||||||
MOTIVOS CLÁSICOS EN CANCIONES POPULARES |
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Prof. Raúl Lavalle,
Universidad del UCA
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El latinista español Òscar Ramos Rivera publicó en la Red, en el sitio Proyecto GRAMMATICVS, el interesante estudio "La tradición clásica en Joan Manuel Serrat." 1 Me alegró esto doblemente: primero, por el valor de ese trabajo en sí; segundo, por mi propio gusto de señalar, incluso en clase, la correspondencia entre algunos temas clásicos y las canciones populares. En realidad una búsqueda y enumeración ya se sabe que podría ser inagotable. Me limitaré aquí a muy pocos ejemplos. El primer punto en contra de este escrito -lo admito- es que mi conocimiento musical se detuvo en el tiempo: no pasa casi de los años '70. Quienes lean podrán, si desean, concederme indulgencia a este respecto. Pero, sin más dilaciones, comenzaré con el tango, género que me proporcionará més muestras. En el canto XIII de la Odisea Ulises ya se encuentra de regreso en Ítaca. Allí leemos que la diosa Palas Atenea lo ayuda a lograr su venganza; lo transforma para ello en un viejo mendigo: "Dicho esto, tocóle Atenea con una varita. La diosa le arrugó el hermoso cutis en los ágiles miembros; le rayó de la cabeza los blondos cabellos; púsole la piel de todo el cuerpo de tal forma que parecía la de un anciano; hízole sarnosos los ojos, antes tan bellos; vistióle unos andrajos y una túnica, que estaban rotos, sucios y manchados feamente por el humo; le echó encima el cuero grande, sin pelambre ya, de una veloz cierva, y le entregó un palo y un astroso zurrón lleno de agujeros, con su correa retorcida." (13, 429 ss.)2 Cuando comento en clase la cita, suelo denominar "prototango" a este pasaje. En efecto el conquistador de Troya nada conserva de su antigua grandeza: ¡tanto puede la mudanza de los tiempos! Siempre me hizo recordar La casita de mis viejos, con música de Juan Carlos Cobián y letra de Enrique Cadícamo:
La casita de mis viejos es sin duda una pequeña odisea, pues Cobián había pasado la mitad de su vida sin ver a su padre y a su madre, que vivían en Bahía Blanca. Una tarde, después de una larga estadía en Europa, tomó su auto nuevo y viajó a la ciudad de sus padres. "Al entrar a la casita de sus viejos, el padre lo esper sonriendo y mientras lo abrazaba reteniéndolo un largo rato entre sus brazos como cuando era un niño estudioso, le decía con honda ternura: 'Sabía que no me ibas a dejar cerrar los ojos sin verte antes ' Aquel viejo roble era lo único que necesitaba para seguir viviendo feliz algunos años más. Falleció el 20 de setiembre de 1942, a los 84 años de edad."4 Cuenta también Cadícamo que Cobián, al ver el contenido de la letra, "me preguntó si yo había querido esbozar su biografía, ya que él hacía más de quince años que había salido de la casita de sus viejos sin haber regresado nunca más. Le respondí festivamente, como en los comienzos de las películas cinematográficas, que cualquier semejanza con seres vivientes o extintos era simple coincidencia."5 Cobián volvía de Europa como un hombre exitoso, con un auto recién comprado; Odisea volvió a Ítaca con el aspecto de un mendigo. Pero, a pesar de que Homero y Cadícamo difieren en esto, yo creo que hay coincidencia -feliz coincidencia- en que nuestro tango haya tenido su Odiseo, su Eumeo y su Laertes. Hay un mito bastante conocido, sobre todo por la versión que da Ovidio en las Metamorfosis.6 Así resume Pierre Grimal: "Píamo y Tisbe eran dos jóvenes babilonios enamorados, que no podían casarse porque sus padres se oponían. Pero se veían en secreto, gracias a una rendija de la pared que separaba sus casas. Una noche se dieron cita [...] en las afueras de la ciudad; había allí una morera, que crecía cerca de una fuente. Tisbe fue la primera en llegar al lugar, y he aquí que se presentó una leona que iba a beber a la fuente. La joven huyó, pero se le cayó el velo. La leona se arrojó sobre la tela y, con la boca ensangrentada aún de lo que había comido, la desgarró, alejándose luego. Llega entonces Píramo y, al ver el velo, imagina que la fiera ha devorado a Tisbe; sin pararse a reflexionar se atraviesa con su espada. Cuando Tisbe vuelve, lo encuentra muerto y, arrancando la espada del cuerpo de su amigo, se mata a su vez. El fruto de la morera, que hasta entonces era blanco, se volvió encarnado; tanta fue la sangre vertida. Las cenizas de los dos amantes se guardaron en una misma urna."7 Don Luis de Góngora dedicó a este mito el célebre romance que empieza: "La ciudad de Babilonia."8 Pero veamos algo más reciente: una similitud con el texto clásico. Se trata de la canción Knock three times, el tema de Irwin Levine y L. Russell Brown que fue gran éxito en los '60. Copio el texto que figura en la Red, pero le pongo puntuación, allí ausente, y la forma poética que me parece (internautae de rebus poeticis minime curant):
En la canción lo que divide es el cielorraso, que deja pasar bastante bien los no muy blandos sones de la música moderna. Nuestro héroe elige una forma muy curiosa de declarar su amor, el cual no espera sesudas respuestas. Bastan en efecto unos pocos golpes: dos sobre el caño (supongo que el de la calefacción), si la respuesta es no; tres sobre el cielorraso (la niña tenía más de WNBA que de Liliana Caldini), y este número perfecto indica el asentimiento. En ambos textos está claro que "that wall between us" es un punto de unión. Próximo al anterior está el tópico del testigo mudo, al cual no obstante se le habla. Museo el Gramático es un autor griego del s. V d. C., autor de un poema llamado Hero y Leandro. Su argumento es el siguiente. Leandro ama a una doncella llamada Hero; ambos vivían en distintas ciudades, una a cada lado del Helesponto. La oposición de los padres impide las nupcias, pero no el amor, pues el joven cruza a nado el estrecho cada noche, para ver a su amada. Ella lo guiaba con la luz de un faro. Cierta noche de tormenta Leandro murió en la travesía; a la mañana siguiente Hero, al verlo muerto en los acantilados, se lanzó de cabeza a los mismos.
Así empezaba (vv. 1-2) el poema griego; más adelante el
poeta llamaba a la luz del faro 'lámpara, luminosa guía
de mi vida' (v. 218). ¿Cómo no pensar entonces en estos
versos de Pascual Contursi:
Aunque no ilumine, también es testigo mudo este de Roberto Cantoral:
También es testigo de una despedida otro reloj, bastante más grande, el de la venerable Winchester Catedral, según el tema de Geoff Stephens que cantaba, con un raro encabalgamiento en el tercer verso, The New Vaudeville Band:
El tango Viejo smoking, de Celedonio Flores y Guillermo Barbieri, es conocido también por esa personificación del vestido, compañero inseparable de andanzas de toda clase. En este caso un taita que está en las últimas comparte sus penas y nostalgias con su mudo amigo.
Domenico Modugno, figura de la canción italiana, nos dio un bellísimo y epicúreo personaje, caracterizado por su amor a los placeres de la vida y de la noche y por su elegancia, en Vecchio frac.
Ese amor por la festiva existencia parece que lo llevó a no esperar un miserable final; dijo adiós al mundo y prefirió, antes del amanecer, irse con el río, quien sin embargo mantuvo a flote un cilindro, un fiore e un frac. Ahora bien, mi ignorancia no conoce ejemplos del tópico entre los clásicos grecolatinos.14 De todos modos, en los recientes sí se halla. El uruguayo Fernán Silva Valdez (1887-1975), en El poncho, le escribe a su vieja prenda de lana, que guardaba todavía sabor a crin de potro: "¡Cómo estamos de unidos uno al otro! / Hasta el mal cuarto de hora que los hombres tenemos / me lo recuerdas con las dos quemaduras / que te hizo la bala, / esas dos quemaduras que son como dos manchas."15 No es otro el sentimiento del francés Béranger (1780-1857) en Mon habit:
Virgilio, el gran poeta latino de la época de Augusto, escribió las Geórgicas, un poema sobre el cultivo del campo. El libro III está dedicado a los rebaños, y leemos allí, a propósito de los caballos que ya no nos son útiles: "También a este, cuando viejo desfallezca por enfermedad o muy perezoso / por los años, llévalo a la granja y no te avergüence su tarda vejez." Esto es ejemplo de humanitas, aunque el beneficiario sea un animal. Pero la humanidad trasciende épocas, como supimos quienes años atrás escuchábamos, en versión de Hernán Figueroa Reyes, estas sentidas palabras de El corralero:
Muchos argentinos pensamos que esta es una canción de nuestro folclore, pero es chilena, del destacado músico Sergio Sauvalle. Se nota en la propia voz corralero, que nunca se usó en Argentina con ese significado, según me decía en una conversación el Dr. León Benarós. También en estero, que en Chile no significa 'terreno pantanoso' sino 'arroyo', según nos informa el diccionario de la Real Academia Española. Pero lo más importante es la poesía: ambos poetas se conmovieron ante el animal que estoicamente aguardaba su último viaje. En la literatura antigua existe el llamado mito de las edades. Aparece en Los trabajos y los días de Hesíodo18 y en la Bucólica IV de Virgilio.19 De una edad de oro, en la cual los hombres eran buenos, porque vivían en una suerte de inocencia original, se pasa, en creciente degradación, por las de plata y de bronce. Pero la última es la peor, la del duro hierro, y así enumera Ovidio las cosas que hacían los hombres de esa época (míticamente hablando sería también la nuestra, pues seguimos en los siglos férreos): "Huyeron la honradez, la verdad, la buena fe, y en su lugar vinieron los engaños, las maquinaciones, las asechanzas, la violencia y la criminal pasión de poseer. [...] Se vive de la rapiña; ni un huésped puede tener seguridad de su huésped, ni un suegro de su yerno; incluso entre hermanos es rara la avenencia. El marido maquina la ruina de su esposa, y esta la de su esposo. Madrastras horribles preparan los lívidos venenos del acónito; el hijo averigua antes de tiempo la edad de su padre."20 No hacemos completo el listado de males, porque ¿cómo no pensar, al leer estas crueles palabras, en las no menos crueles de Cambalache, letra y música de Enrique Santos Discépolo? Tendríamos que citar el tango entero, pero baste con recordar que el siglo pasado -creo que Discépolo diría que este también- es el colmo de la maldad y de la confusión, de caos, para usar una palabra que el latín tomó del griego.21 En todo caso, debo confesar que, cuando dice "¡Lo mismo un burro / que un gran profesor!",22 me siento más identificado con lo primero que con lo segundo. Pero además Cambalache nos trae otro tópico clásico, donde dice: "¡Dale nomás! / ¡Dale que va! / ¡Que allá en el horno / nos vamo a encontrar!" Pues Horacio dice que la muerte visita con pie igual 'las cabañas de los pobres / y las torres de los reyes.'23 Don Jorge Manrique, en sus célebres coplas por la muerte de su padre, decía lo que todavía algunos recordarmos:
Sigamos con Horacio, quien gustaba de la comparación de la vida
con las estaciones:
La canción popular usa y abusa de este símil, los célebres
"veinte abriles." El bello y casi prehistórico tango
Misa de once, de 1929, música de Juan José Guichandut
y Armando Tagini:
El nombre mes de abril, primaveral en el hemisferio norte, tiene que ver con 'abrir', con el comienzo del follaje y la floración. En cambio lo tardío de la vida se relaciona poéticamente con el frío y su desesperanza: "Había en mi frente tantos inviernos / que también ella tuvo piedad", decía Alfredo Le Pera en Volvió una noche.27 El destino suele ser caprichoso e impredecible, como los juegos de azar. Por eso el guardián que está en vela en la terraza del palacio de Agamenón, en Micenas, nos dice Esquilo que se alegra por la gran noticia que le envían los fuegos de las atalayas: forma antigua de enviar mensajes. "¡Troya ha sido capturada! ¡Qué suerte!", podríamos haber dicho nosotros. El guardián dice que ese mensaje mediante llamas fue 'tres veces seis'; es decir, el máximo puntaje con los dados.28 Los romanos tenían una suerte llamada Venus, la mejor de todas: cada dado cae con un número distinto.29 Dado o baraja, el motivo se encuentra abundantemente en la canción popular. Celedonio Flores escribió en Tengo miedo (música de José María Aguilar):
De los mismos autores es Cuando me entrés a fallar, y de
nuevo la misma imagen de la vida como una timba:
Pero ya es hora de poner fin a nuestro recorrido, pues los ejemplos dados nos muestran coincidencias; no pienso en influencias, salvo que por influencia se entienda una larga tradición, sin pensar en lecturas particulares (no descarto de un modo absoluto tal posibilidad, pero la estimo poco probable). Algunos criticarán, con atendible argumento, mi criterio. Dirán: "¿Qué sentido tiene señalar tales coincidencias? Sería mejor profundizar en el estudio de un pensamiento, sea este antiguo o moderno." A estas palabras puedo responder nada más que me ha agradado siempre ver cómo el hombre, en la dinámica de la existencia, reacciona de un modo semejante ante situaciones semejantes. Por otra parte cada poeta, cada recitador y cada cantante dan vida nueva, como los gestos, con la voz y con las palabras, a los tópicos de la tradición milenaria. Con otras personas, en la conversación, y con varios de mis alumnos, en la clase, creo haber coincidido en este sentir: es bello ver cómo Homero, los trágicos y Horacio resurgen permanentemente, tanto en Fray Luis de León y en Nikos Kazantzakis como en los aires de la canción popular. Raúl Lavalle |
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